Hacemos una variación sobre las rutas de subida habituales a
la Serralada y nos dirigimos hacia Cabrils para subir por la zona de la piscina
municipal donde empieza una pista que pronto discurre por el medio de una
hípica y luego se inclina para seguir con unas buenas rampas que se repiten
hasta girar por una trialera que nos llevará hasta casi la Roca d’en Toni.
Ya en el GR nos dirigimos hacia Sant Bartomeu para iniciar
un descenso por la fuente que hay debajo de la ermita siguiendo por la trialera
y luego la pista hasta que en un momento de despiste nos separamos y cuando
Adolfo y yo regresamos a buscar a los extraviados los encontramos buscando un
pedal que Quique había perdido de su bici. Encontrado el pedal y ya montado
seguimos dirección a La Roca hasta girar para dirigirnos hasta el elefante
esculpido, cruzamos la carretera y vamos a buscar la pista del Meridià Verd que
sube desde La Roca, tomamos el sendero de la izquierda y cruzamos la pista para
meternos en la trialera de los toboganes hasta otra carretera.
Allí cruzamos para coger el sendero típico de la Prehistórica
y hacer esta vez el recorrido de subida hasta las cercanías de la urbanización
Sant Carles, solo queda hacer las variaciones habituales con un sendero y una
trialera posterior para plantarnos en el restaurante Sant Carles donde
descubrimos que las bajas ciclópatas no han podido ni siquiera acudir a la
cita, todos resfriados o con fiebre. El pelotón no se desanima y da cuenta de
una buena butifarra con patatas fritas para reponer fuerzas.
Una hora más tarde calentamos una vez más las piernas
subiendo las buenas rampas de la Torrassa del Moro, aunque pasando de largo
para ir directos al Dragon Khan donde para no perder la costumbre, Quique
pierde el control y se va al suelo, sin más consecuencias. Ahí ya regresamos por la ruta habitual,
Canadá, riera de Argentona y Camí del Mig.
Aunque la ruta era un apaño para ir a reunirnos en el
restaurante han salido buenos números: 53 kilómetros y 1.100 de desnivel
positivo acumulado en 3:40 h. de pedaleo.
La nieve que cayó ayer, salvo en pequeños rincones a la
sombra, se ha derretido toda y el único testigo de las temperaturas de riguroso
invierno de buena mañana estaba en los repetidos charcos congelados que íbamos
encontrando mientras que Adolfo, como un crio, se dedicaba a pasar por encima
de todos para romper la capa de hielo.